“La competencia saca lo mejor de los productos y lo peor de las personas”
David Sarnoff
En plena carrera conquistadora, una información veraz de las rutas comerciales era secreto de Estado. Los gobiernos guarda- ban celosamente todos los mapas y cartas de marear ya que eran esenciales para la seguridad nacional y evitaban a toda costa el “espionaje industrial”: la cartografía era una ventajosa arma es- tratégica y no podía caer en manos de la competencia.
La apuesta de Cristóbal Colón removería los cimientos geopolíti- cos de ambas potencias. Los españoles aducirían que los nuevos te- rritorios conquistados no estaban al sur sino al oeste. Los portugue- ses las reclamaron alegando que las conquistas de sus vecinos eran “ilegales”. Así las cosas, los monarcas acudieron al arbitraje del papa Alejandro VI (religión y política iban de la mano) que daría la razón a los españoles (casualmente, los mayores contribuyentes al erario vaticano). Desde entonces, todos los mapas de la época muestran a las Islas del Caribe al mismo nivel que las Canarias.
Los cartógrafos comenzarían a aplicar el Teorema de la Recta Astuta a sus propios mapas, sobre todo sabiendo que lo problemá- tico era calcular la longitud, pero no la latitud. De esta forma los mapas de Juan de la Cosa (1500) y el Planisferio de Cantino de 1502 se corrigieron ligeramente para que cuadrase con lo estable- cido en el Tratado de Alcaçobas en perjuicio de los portugueses.
El Atlas Miller, está considerado como el documento carto- gráfico más importante —y bonito— de todos los tiempos, fue realizado por Lopo Homem y Pedro Reinel. Llama la atención por sus extraordinarias miniaturas, obra de Antonio de Holanda, más propias de un libro de horas. Por encima de todo, posee un valor geopolítico excepcional y es el paradigma de la “contrain- formación”. Fue encargado en 1517 por Manuel I el Afortunado, rey de Portugal, como regalo a su futuro cuñado, Carlos I, con la insana intención de disuadir a la Corona española de sufragar el proyecto de Magallanes, una vez que son conscientes de lo que han dejado escapar, y lo que un triunfo de la expedición podría suponer para los intereses portugueses.
El mapa resulta paradójico porque oculta la información que aparentemente revela: al sur de Asia se incluyen varios ríos in- ventados en las zonas aún ignotas, Brasil se une con Asia para ha- cer creer que el mar era un inmenso lago y no era factible navegar a las Molucas por el oeste. La única ruta posible era la que ellos contralaban bordeando África. Manuel I perseguía crear “un cin- turón de castidad” en torno a las Molucas para que nadie se be- neficiara de ese gran negocio y pusiera en peligro el monopolio portugués. Querido Manuel I, que te preocupe más la incompe- tencia de tus asesores que tu competencia.
A medida que avanzan los preparativos de la expedición, Por- tugal se pone más y más nervioso: tiene que frenar el proyecto por las buenas, las malas, o por las peores. Comienzan las intrigas, el juego sucio y las amenazas. El primer movimiento de Portugal es vía diplomática a través del consejero Álvaro da Costa. El em- bajador luso se encuentra en la corte de Carlos I con la misión de pedir la mano de la infanta doña Leonor para el rey Manuel de Portugal. Siguiendo instrucciones de su rey, intentó por todos los medios que la expedición no se llevara a cabo: probó a ten- tar a Magallanes con promesas si desistía y accedía a regresar a casa. Después subió de tono: si se obstinaba en seguir adelante ofendería a Dios, al rey Manuel y se deshonraría para siempre. Su familia y herederos lo pagarían. Magallanes no se amedrentará y se mantiene firme.
Álvaro da Costa apeló entonces al propio rey Carlos I: “Vues- tra Alteza dispone de suficientes vasallos para llevar a cabo des- cubrimientos sin necesidad de recurrir a resentidos como Maga- llanes”. Advierte que está en juego el matrimonio del rey Manuel con Leonor. Tampoco las veladas amenazas al rey surten efecto.
Desesperado, intentó boicotear el proceso de “selección” y re- clutamiento de la flota para relevar a los portugueses del mando de la expedición, aprovechando la animadversión que la Casa de Contratación de Sevilla sentía hacia ellos. Sin duda, este movi- miento mermó la capacidad de decisión de Magallanes y, a la larga, provocaría una vía de agua capaz de hacer naufragar la flota…
El padre fray Bartolomé de las Casas habla incluso de un plan para liquidar a Magallanes orquestado por el obispo Vasconce- llos, confidente del rey Manuel, y que obliga a redoblar precaucio- nes: “así andaba a sombra de tejados” nos relata. El rey Carlos I vio una amenaza real y le brinda su protección proporcionándole guardaespaldas. De cara a preservar sus intereses, reforzar la auto- ridad de Magallanes y como toda una declaración de intenciones, el monarca les concedió otra audiencia (a Ruy Faleiro, su “socio”, y a él), los nombró caballeros de la Orden de Santiago y reafirmó las condiciones de su misión.
La presión portuguesa no impidió la salida de la armada (que se organizó en diecisiete meses) pero, sin duda, emponzoñó la mi- sión. Pese a las sospechas y acusaciones, Magallanes siempre fue leal a Carlos I. Nada indica que estuviera traicionando lo acorda- do con él antes de partir, pero las reticencias por ambos bandos nunca cesaron. No fue un personaje ni muchos menos apreciado.
Magallanes no lo tuvo nada fácil, como cualquier emprendedor, pero perseveró frente a lo indecible. Todo nuestro respeto y ad- miración por esos soñadores que se inspiran cada día en quienes quieren llegar a ser.
*Duodécimo capítulo del libro Un empresa redonda: El viaje de Magallanes y Elcano que cambió el mundo’ escrito por Raquel Sánchez Armán y Jesús Ripoll, fundadores de la agencia de motivación y formación Helpers Speakers.
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